El problema de la creación
Toda buena narrativa tiene tensión – un problema debe ser resuelto. ¿Sabes por qué? Creo que es por causa de la historia, la historia de la creación de Dios tiene un problema en ella, una tensión que necesita ser resuelta. El problema no es con Dios o su obrar en la creación. El problema somos tú y yo y nuestra pecaminosa rebelión contra Dios quien nos hizo.
Génesis 3 introduce el problema en la trama. El resto de la Biblia traza el desarrollo de la solución. Una y otra vez Dios es misericordioso hacia la gente que él creó y una y otra vez ellos responden con rebelión. No sólo es la historia de la Biblia, es la historia de nuestra vida.
La creación frustrada en su propósito
Si vamos a entender la historia de la creación, necesitamos entender el efecto que nuestra rebelión tuvo en ella. Para comenzar, por causa del pecado, la creación está frustrada en su propósito de desplegar la obra de Dios.
Pablo lo pone de esta manera en Romanos 8: «Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza».
¿Quién sujetó la creación? Dios lo hizo. En respuesta al pecado de Adán y Eva, la creación no permanecería más en el puro estado de gloria de Dios. En lugar de eso, la creación sería el contexto de ambas cosas, el juicio de Dios y su ira contra nosotros. Lejos de ser el Jardín del Edén en continua expansión, el mundo se convirtió en un lugar de cardos y espinos, fatiga y frustración. Como Dios dijo a Adán, «Maldita es la tierra por causa de ti». Y no nos equivoquemos, la relación entre el ser humano y la tierra ha sido una relación de odio.
Por un lado, diseñada para nuestro disfrute y provisión abundante, la creación ahora rinde sus tesoros testaruda e insuficientemente. Por otro lado, creado para cultivar y guardar la creación, gastamos nuestras energías explotándola y somos cómplices de su degradación y destrucción. Mientras el poder de Dios todavía se despliega en la naturaleza, la naturaleza misma con frecuencia nos abate con desastres naturales y con su indiferencia imperdonable, dejando a incontables millones luchando por sacarle una vivienda en alguna inhóspita esquina del planeta. Aunque hay algunos interesados en cuidar de la naturaleza, muy frecuentemente ese cuidado es motivado no por la adoración a Dios, sino por la adoración a la misma naturaleza.
Lo que todo esto nos dice es que, a pesar de todo el bien y los esfuerzos correctos de la ciencia y la política para aminorar el sufrimiento humano, a pesar de todo el bien y los esfuerzos correctos de la industria por desarrollar y utilizar bien los recursos naturales, hasta que Dios no remueva su maldición, no habrá cielo en la tierra.
La creación sometida a muerte
Pero la maldición de Dios en la creación va más allá de la frustración de su propósito. Por causa del pecado, la creación ha sido sometida a muerte.
En ninguna parte la Biblia se sugiere que Dios creó toda vida para ser inmortal. De hecho, la presuposición de Génesis 1 y 2 es que no fue así. Sin embargo, la Biblia claramente sugiere que Dios creó a los seres humanos para vivir para siempre. También dice que la muerte entró después como juicio por nuestro pecado. Dios advirtió a Adán que si desobedecía, ciertamente moriría.
Y esa es precisamente la sentencia que Dios dio: «Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza» (Ro. 8:20). Pablo lo pone de esta manera: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro. 5:12).
Por perseguir nuestra propia gloria, en lugar de la gloria de Dios, lo que recibimos fue la ignominia de un agujero en el suelo.
Este mundo no funciona como se supone debería funcionar. Dios lo creó para ser un lugar de gozo; nosotros lo conocemos como un lugar de constante frustración. Dios lo creó como un hábitat para la vida, nosotros lo conocemos como un crisol de muerte. Dios lo creó para ser nuestro hogar, nosotros lo conocemos como nuestra tumba.
Estamos muertos espiritualmente y vamos a morir físicamente. Nada podemos hacer para cambiar eso y no podemos culpar a nadie, sino a nosotros mismos.
El creador muere
¿Fin de la historia? No tan rápido. Si así fuera, entonces, comamos y bebamos que mañana moriremos. Pero hay otro efecto que el problema del pecado tiene sobre la creación. Por causa del pecado, el Creador murió.
Toda gran historia tiene un sorprendente e inesperado cambio en la trama que nadie esperaba. Una vez más, esto es así porque Dios lo hizo así en la historia que ordenó. Contra toda esperanza y toda expectativa, Jesús, el Creador del universo, toma carne humana, vive una vida humana sin pecado y muere en una cruz romana.
¿Por qué lo hizo? Lo hizo para demostrar su amor por pecadores como tú y yo, para pagar nuestra deuda que él no adeudaba y que nosotros nunca podríamos pagar. Después de todo, ¿Cómo cualquiera de nosotros podría enmendar nuestra rebelión contra el Dios infinitamente santo e infinitamente bueno? No tenemos excusa y no podemos deshacer lo que ya hemos hecho. Así que, en amor, Jesús, el Creador asumió mi naturaleza y culpa y pagó la deuda por su pueblo. «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro. 5:8).
En Colosenses 1, luego de proclamar a Cristo como el supremo creador de todo, Pablo explica por qué el Hijo de Dios se hizo hombre.
«Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro» (Col. 1:19-23).
Las buenas noticias del evangelio es que aquel que nos hizo, quien está justamente airado con nosotros, también ha demostrado su amor por nosotros. En la cruz, el Creador de la vida, aquel que tiene vida en y de sí mismo, puso su vida para que pecadores como nosotros pudiéramos hallar vida una vez más, en tanto que nos arrepintamos de nuestro pecado y confiemos en la muerte sacrificial y resurrección de Cristo.
Esto es el sorprendente e inesperado cambio en la historia. Tú y yo no podríamos haberla inventado si lo hubiéramos intentado. Pero podemos confiar en él y una vez más ser atrapados en el amor de Dios en la historia de la creación.
*Esta serie de artículos son una adaptación de un articulo mas extenso publicado en la revista de 9 Marcas #3 - Teología Bíblica
Michael Lawrence (PhD. Cambridge University; M.Div Gordon-Conwell Theological Seminary) sirve como pastor principal en Hinson Baptist Church en Portland, Oregon. Lawrence es autor del libro Teología Bíblica en la Vida de la Iglesia: Una guía para el ministerio
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