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Crisis ecológica: Una salida desde la ética cristiana hacia el espacio público del siglo XXI


El hombre supuestamente “moderno” ha vivificado obligatoriamente los cambios que la sociedad ha experimentado con la llegada de la Modernidad, así era ya plasmado por el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau en su obra Julia o la nueva Eloísa, cuyo texto, muestra cómo surge un cambio en aquella sociedad abandonando lo rural en vías de la metrópolis. El ser humano empezaría a ver las grandes transformaciones culturales, económicas y políticas afectando la forma de entender la vida y su armonía con el hombre en sí. Son bastantes las décadas en que dichos cambios han afectado la concepción del ser humano respecto de la creación de Dios; degradando, por consecuencia, en una mutilación agresiva del medioambiente; momento importante para buscar horizontes de conciencia y responsabilidad. Hablar de responsabilidad, entre paréntesis, en un mundo ya posmoderno, como muchos señalan hoy en día, es contemplar la subjetividad humana como fuente de egoísmo, inconciencia y decadencia de la moral cristiana occidental.


En los últimos años son muchos los teólogos que han hecho cruces entre política, ecología y economía a partir de un prisma teológico, por tanto, existe una preocupación cada vez mayor por el tema ecológico tratando de abordarlo con miradas multidisciplinares. Las preguntas e interpelaciones ¿Cómo se relaciona la tierra de Dios y su pueblo? ¿Creación y comunidad? ¿Cambio climático y creación?, son solo algunas de las variantes reflexivas que tienen lugar para esta temática aludida. Cabe señalar que, el problema del cambio climático no es propio de nuestro siglo, aunque si una preocupación latente para hoy en día. Acentuar que el mercado es una fuente de enajenación a la explotación deliberada de los recursos naturales y crisis medioambiental, entre paréntesis, sería una bazofia intelectual y teológica ya que, el problema no está en el mercado; más bien, en el ser humano y su cosmovisión de la tierra. Estas líneas colocan un cuidado especial en el origen del problema, no en la forma como resultado de todo aquello. La cosmovisión de la ecología, bajo un parámetro teológico y bíblico, habrá dado un salto considerable si acepta el rol del ser humano en la creación como premisa de Dios, por tanto, me parece oportuno acuñar ciertas directrices de la ecología bíblica para esbozar una posible salida a la crisis medioambiental.


Primero, el término ecología es de origen relativamente reciente, fue utilizado por primera vez por el médico y biólogo Ernst Haeckel en su obra denominada “Morfología general de los organismos en 1866”; dicho escrito, tenía por objetivo principal estudiar a los seres vivos con relación a su entorno. Su visión de la ecología entrelaza aspectos científicos y filosóficos; confeccionando una significativa noción de ética que será abrazada por la Ecología Bíblica, donde esta última, valorice los ecosistemas, seres vivos, y todo lo afecto a la naturaleza ya no solo desde una concepción teológica, también desde la biológica, científica, climatológica, etc. La Ecología Bíblica rescatando los elementos vertidos desde la ciencia, encuentra una visión aún más integral de sus postulados; el cambio climático y los problemas del medioambiente empiezan a tener múltiples actores que aportan al debate. La manera en cómo entendamos la categoría de Ecología está directamente relacionada hacia nuestra responsabilidad del medioambiente; aquello es mucho más que un simple movimiento ambientalista o “verde”, es validar mediante las Sagradas Escrituras la naturaleza como creación de Dios, donde el hombre también es parte de esa creación aludida.


Segundo, uno de los desafíos a priori que incesantemente el ser humano debiese observar, sería una correcta hermenéutica bíblica a partir de nuestras dimensiones religiosas; ya que, las formas de comprender la creación de Dios estarán directamente relacionada con nuestra práctica del cuidado, respeto y valor. El hombre posee un lugar importante dentro de la creación, por consecuencia, debe tener un compromiso integral dentro de ella misma. Es Dios quien declara haber creado al hombre, “Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado” (Gen 2:8 RVR60). Por otra parte, en el último tiempo la defensa del mundo animal ha crecido con bastante preponderancia sobre la base de una sociedad secularizada; los animales, dicho sea de paso, también son otro punto inserto en la creación de Dios. La Biblia narra lo siguiente: “Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; más para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Gen. 2:19-20 RVR60). Los peces del mar, los ecosistemas, la flora y la fauna; forman una armonía de equilibrio en la creación, donde el ser humano debe aportar un modo de vida integral, de esta forma, velar por la reproducción y permanencia de todo ser vivo. En la actualidad, son cada vez más las instituciones que velan por el cuidado animal; aunque algunas cayendo en excesos, sin embargo, rescatando su principal objetivo: el cuidado de la fauna. El mundo europeo lleva un camino recorrido en propuestas, directrices y políticas sobre esta temática, las universidades incluso ofrecen preparación académica de posgrado para introducirnos a estos paradigmas.


Tercero, si hablamos de cuidado, indudablemente debemos aludir al referente denominado ética, palabra muy vociferada en la opinión pública del presente siglo. El compromiso del cristiano no sólo debe ser asumir dogmas de una tradición religiosa en su vida privada, más bien, debe reflejar elementos que den cuenta de una espiritualidad renovada, transformada y cambiada por la reflexión bíblica teológica de las Sagradas Escrituras. En la actualidad, el mundo intenta presentar una ética individual, en otras palabras, una moral intrínseca a cada subjetividad. ¿Puede haber una moral secularizada frente a desafíos actuales del cuidado medioambiental? ¿Es necesaria una propuesta desde la ética bíblica para estos desafíos del mundo posmoderno? Claramente sí. Hablar de ética cristiana parece irrelevante en la sociedad, incluso yuxtapuesta a imaginarios meramente dogmáticos de cada religión. No obstante, la Biblia presenta en términos generales, una ética ligada al respeto, responsabilidad y forma de vida que es inseparable de las Sagradas Escrituras. Aquí, nuestro cimiento moral, es conducta basada en principios bíblicos teológicos como fin último. Poder reconocer que los desafíos en esta área son diversos y complejos, es asumir un rol protagónico en la ética cristiana del siglo XXI. Contemplar la Ecología Bíblica en clave de “ética” es directamente proporcional a la responsabilidad del cristiano.


En síntesis, el cambio climático es más agudo que nunca, y la cultura occidental busca incesantemente todas las posibles soluciones al respecto. Año tras año se invierten millones de dólares en el mundo científico, político y cultural para ir en ayuda, sin embargo, la Biblia hace una clara propuesta de mayordomía según hemos esbozado. El problema no está en las maquinarias, o como muchos han dicho, en los inicios de la revolución industrial; recordemos que el problema es humano, basado en una deteriorada cosmovisión de la creación de Dios en el imaginario humano. Tal vez, entre tantas conjeturas y desacuerdos suscitados sobre el espacio público del siglo XXI, la Ecología Bíblica esboza una propuesta integral, ética y de conciencia sólida frente a la crisis medioambiental, de esa manera, una salida de la cual todo individuo puede ser parte.




 

Prof. Benjamín Escobedo Araneda es Escritor y columnista, también ejerce como docente en el Instituto Bíblico Nacional, Santiago de Chile tiene estudios en Lic. Teología por Seminario Teológico Bautista y Lic. © Historia por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano ademas de estar certificado en Coaching para el Liderazgo y Comunicación Efectiva (PUC)








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